Por: Elena Freedman*
Las revoluciones sociales son tan inherentes a la humanidad como lo son los terremotos a la tierra. En el centro de las contradicciones de las sociedades, nacen las nuevas iniciativas de vida que buscan reacomodar las energías planetarias, a veces a golpes. Por eso, cada proceso revolucionario es, al mismo tiempo, patrimonio de su pueblo pero también de todos los pueblos de la tierra que luchan contra el imperialismo y las injusticias que esto genera en el planeta.
El documental Mi amigo, el terrorista: Una historia de amor y revolución nos ofrece una visión del proceso revolucionario filipino a través dos entrañables protagonistas: Jose Maria Sison y Julieta de Lima, uno fundador y los dos, dirigentes del Partido Comunista Filipina (CPP) y el Nuevo Ejército del Pueblo (NPA). La pareja, unida en el amor por el pueblo y el amor conyugal desde hace más de 60 años, comparte sus reflexiones sobre la sociedad filipina y la lucha de su pueblo, la vida en la cárcel, la vida familiar, el fallido proceso de negociaciones entre el NPA y el gobierno de Rodrigo Duterte, y la vida en el exilio.
La película terminó de rodar poco antes de la muerte de José María, Joma, en 2022 después de más de 35 años de exilio en los países bajos. A través de francas y tiernas entrevistas con la pareja, nos acercamos al proceso filipino de liberación tan poco conocido por nosotros en América Latina. Pero al mismo tiempo, la película nos lleva a una manifestación reprimida en las calles urbanas de las filipinas y una celebración del 47 aniversario de la fundación del CPP en la selva de la Isla Mindanao para conocer otros protagonistas de esta lucha y lograr una comprensión mayor. Es aleccionador escuchar, uno tras otro, a las y los jóvenes contar su decisión de alzarse en armas para servir mejor a su gente y defender su dignidad. Hablan de sus luchas personales para aprender nuevas habilidades (como, por ejemplo, en el campo de la salud, la cultura o el ámbito militar) con el fin de ayudar a su comunidad. Estos guerrilleros también hablan de sus sueños para la sociedad filipina, del desafío de la maternidad y paternidad en el frente de guerra, y de cómo aprendieron a caminar largas distancias con cargas pesadas y enfrentar sus miedos para luchar por la liberación filipina.
Joma nos canta boleros, interpreta a Charles Aznavour en francés, cuenta la historia de su exilio con candidez de una manera que la hace accesible, mientras que Julia nos relata con mayor soltura del dolor de no haber podido criar a sus hijos, de su propia experiencia de la cárcel que duró, como dice ella, “4 años, 4 mes y 21 días” y de su liberación, fruto de una campaña internacional, ya que había dado la luz a su hija detrás de las rejas y era una madre lactante. Cuenta que, estando en exilio, decidió dejar crecer su pelo hasta poder regresar a su país. Después de 17 años de pelo largo, ella llegó a la dolorosa conclusión que esto sería imposible y al fin lo cortó. Julia se ríe de todo y hace bromas de su suerte y sus desgracias. Los dos hablan de su noviazgo y tres matrimonios: el civil, el religioso y el matrimonio sellado por el movimiento revolucionario.
De todas las escenas que captan el ojo, el corazón y la mente en esta película, me quedo con una por su sencillez y profundidad. La situación legal de Joma y Julia en los Países Bajos les prohíbe salir de las fronteras por una de estas sinrazones que fundamentan la legalidad migratoria. En algún momento viajan al sur de los Países Bajos al pequeño obelisco sembrado en el punto geográfico que une a Holanda con Bélgica y Alemania. Joma acuesta su mano encima del monumento y camina en un círculo sin levantarla cantando, “ahora estoy legal” (en Holanda), “ahora estoy en Bélgica, estoy ilegal. Aunque no sé qué significa Bélgica”. “Ahora vuelvo a violar la ley otra vez. ¡Sin visa!, estoy en Alemania”. “Y ahora, de nuevo en Holanda”. De esta manera Jomo ilustra la absoluta estupidez del “estado de Derecho” que ha fundamentado decisiones sobre su vida como la congelación su cuenta bancaria, su captura y breve encarcelación en Holanda y la prohibición de su salida del país. El mismo Estado no ha hecho nada para enjuiciar a tres escuadrones de la muerte enviados, en distintos momentos, por el gobierno filipino para asesinarlo en suelo holandés. La lección es de fácil comprensión: la legislación de los estados burgueses no tiene nada para ofrecer a los pueblos del mundo que buscan la justicia.
Calificado de manera igualmente absurda por los Estados Unidos como “un terrorista”, y posteriormente como “cómplice del terrorismo”, Jomo se muestra, a lo largo de la película, como un ser tierno, brillante y con la clara convicción que, a pesar del “tiempo infinito de la injusticia”, tarde o temprano, los pueblos del mundo lograrán su liberación.
*Internacionalista y educadora popular


